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24 horas de recuperación
Enunciado
ALCOHÓLICOS ANÓNIMOS ES UNA COMUNIDAD DE HOMBRES Y MUJERES QUE COMPARTEN SU MUTUA EXPERIENCIA, FORTALEZA Y ESPERANZA DE PODER RESOLVER SU PROBLEMA COMÚN Y AYUDAR A OTROS A REHABILITARSE DEL ALCOHOLISMO.
EL ÚNICO REQUISITO PARA PERTENECER A ESTA COMUNIDAD ES EL DESEO DE DEJAR DE BEBER. PARA SER MIEMBRO DE A.A. NO SE PAGAN DERECHOS NI CUOTAS. NOS MANTENEMOS CON NUESTRAS PROPIAS CONTRIBUCIONES.
A.A. NO PERTENECE A NINGUNA SECTA POLÍTICA, NI RELIGIOSA, NI A ORGANIZACIÓN O INSTITUCIÓN ALGUNA. NO DESEA INTERVENIR EN NINGUNA CONTROVERSIA, NI TAMPOCO APOYO O COMBATE OTRAS CAUSAS. NUESTRO FIN PRIMORDIAL ES MANTENERNOS SOBRIOS Y AYUDAR A OTROS ALCOHÓLICOS A ALCANZAR EL ESTADO DE SOBRIEDAD.
Prólogo
Este modesto trabajo no es más que la recopilación de diversas líneas que representan experiencias vividas en el proceso de recuperación de un sinnúmero de miembros de la conciencia del MOVIMIENTO 24 HORAS DE ALCOHÓLICOS ANÓNIMOS.
No hay ningún deseo de reconocimiento a mérito especial para algún determinado compañero, son todos los que todos los días nos regalan sus experiencias en la tribuna, en el apadrinaje, en toda esa gama de experiencias que compartimos diariamente, hora a hora, en las juntas de recuperación y en el seno de nuestros grupos. El trabajo material es realizado por el entusiasmo de compañeros que tienen una enorme necesidad de servir y una estimulante y positiva vitalidad que permite poner en movimiento las condiciones para que este tipo de “juegos” se realice.
Como nuestro boletín, estas líneas son imperfectas, con errores y defectos de construcción, con un mal español, pero tienen la originalidad de la experiencia y cada palabra lleva el deseo de transmitir, de aportar algo útil a la vida individual o colectiva de nuestros militantes y de nuestros grupos.
Cada palabra lleva un alto grado de buena voluntad, de afecto, de agradecimiento y espera la hospitalidad y benevolencia de todos para comulgar juntos diariamente en la aventura fascinante de aprender a vivir.
Diversos aspectos de nuestra recuperación
Durante nuestra recuperación enfrentamos una serie de situaciones, tal vez nunca antes conocidas por nosotros, ávida cuenta de que nos enfrentamos a un enemigo poderoso y burlón como es el alcohol, así subrayamos algunos de los aspectos que consideramos más importantes:
Obsesión
Precisamente los factores fundamentales de nuestra enfermedad son entre otros la obsesión mental en todos los niveles, pero como síntoma más evidente será LA OBSESIÓN POR BEBER. No obstante dada la sutileza de esta extraña y negativa fuerza, en muchas ocasiones no la identificamos como tal. La más objetiva es desde luego las ganas de beber. La obsesión física, que se manifiesta desde abundante salivación, cosquilleo en el cuerpo, inquietud, tal vez taquicardia, la evocación de algún recuerdo engañosamente agradable de alguna de nuestras bebetorias; el antojo por las botanas, etc. En algunas otras ocasiones todo esto viene acompañado con reacciones neuróticas, también a nivel físico, palpitación de sienes, sensación de corrientes eléctricas por el cuerpo y la cabeza, sensación de angustia, ansiedad evocaciones persistentes, rebelión de la mente tratando de engañarnos, conmiseración, dolor de cabeza, etc.
Ejemplo: Escuchamos a un compañero recién ingresado al grupo (3 meses), época de autosuficiencia inconsciente, en donde piensa uno que todo lo puede hacer y que las restricciones derivadas de la terapia grupal son para todos, menos para nosotros, y que asistió a una comida de relaciones públicas, ostentosamente con la autosuficiencia y ampulosidad que nos caracteriza, no sin sentir esa tensión, esa ansiedad, en que se manifiesta nuestro temor a quedar mal, a ser criticados, a ser agredidos verbalmente, a ser humillados, a no saber que explicación dar, etc., etc., pidió al mesero de agua, y a la insinuación de sus convidados para tomar el aperitivo, pudo decir el primer NO de su vida, situación frecuente en la nube rosa, le ofrecieron vino en la comida y pudo rechazarlo e inclusive resistir otras insinuaciones. En ese momento pasó una dama de no malos bigotes, por lo que sus acompañantes le señalaron que dos damas más le acompañaban a la sodicha en la mesa vecina, y con sarcasmo le manifestaron “pero tú ya no bebes”.
El ex borracho, sintiendo afectada el área que por nuestras naturales carencias e inseguridades más defendemos los alcohólicos, contestó de inmediato: “Lo único que no puedo hacer, es beber”. El incidente pasó, pero la obsesión se había despertado y la mente le susurró al alcohólico: “ahora, que puedes tener todas las oportunidades de la vida, se te ocurre declararte alcohólico y estos idiotas, pensando de sus amigos, han de creer, que eres un pendejo, demuéstrales que tú sí la hacer”. Esta insinuación de la mente se convirtió en insistencia cada vez más fuerte y la duda obligada: ¿A lo mejor no soy alcohólico? Y como si estuvieran taladrando, la mente comenzó a decirle: “Échate la primera”.
De estos ejemplos hay infinidad, por eso, para el nuevo más que ningún otro, ES NECESARIO INSISTIR, EN QUE NO PODEMOS ANDAR CON QUIEN ANTES ANDÁBAMOS, NI FRECUENTAR LOS LUGARES QUE ANTES FRECUENTÁBAMOS, BÁSICAMENTE PORQUE TODAVÍA NO EXISTE NI SIQUIERA EL TEMOR A NO BEBER, ES DECIR, SE ESTÁ CON UN PIE EN LA CANTINA Y OTRO EN EL GRUPO. El autoengaño es verdaderamente brutal, el alcohólico cree que todavía tiene relaciones y le entra temor de marginarse, de segregarse, se rebela contra lo que considera, es renuncia a la vida. En estas condiciones no puede haber ni excepciones ni atenuantes, el programa es el mismo para el compañero que calificamos de teporocho y que llega del baldío objetivamente hablando, o el trajeadito que todavía huele a lavanda, pero que trae su baldío dentro de él, los de este género corremos todos los riesgos, porque el espejo de la bruja siempre nos autoengañará, y como nuestro disfraz, nuestra decoración es más o menos aceptable en el mundo de afuera, solemos confundirnos con el normal, aun cuando en muchas ocasiones confirmemos nuestra locura, sin embargo y por ser en estos casos más brutal el autoengaño, es cuando se sugiere una mayor militancia, un trabajo más duro sobre
nuestra persona, para lograr una auténtica aceptación de nuestra enfermedad, incluyendo nuestra desviación mental que en muchas ocasiones aceptamos a nivel verbal, pero que no avalamos con nuestra manera de ser, de pensar y de actuar.
La defensa de nuestra enfermedad, si no hay una derrota auténtica, estará subyacente, y podrán pasar años y la obsesión y la compulsión estarán enquistadas, acechándonos en cualquier momento, porque mientras no haya conciencia, no habrá derrota y no habrá cambio y seguiremos pensando que sufrimos por las “condiciones”. Volveremos a caer en la falacia de que somos buenos padres, buenos esposos, que podemos llevar una vida de normales y transitaremos pensando que el programa no es más que la asistencia a las juntas, que nos vean de vez en vez en los servicios, para que no nos jodan, y seguiremos cubriendo las apariencias, con la actitud del gato, echándole tierra a nuestra caca, sin nada auténtico, sin nada profundo, la obsesión en estos casos es prácticamente permanente, pero nosotros no la detectamos, un pretexto, una justificación, una duda y caeremos en los mismos machotes, que nos llevaron a beber, la botella está cerca, aguas buey...
La obsesión puede venir por asociaciones de ideas, en muchos casos la música dio margen a las jugarretas mentales tan conocidas por nosotros los enfermos alcohólicos, quienes al escuchar las canciones o piezas musicales que constituyeron el acompañamiento obligado en nuestras borracheras, el factor que disparaba la mente al mundo del ensueño y de la fantasía, nos hacía imaginar o pretender imaginar verdaderas películas. Con el pretexto de una canción, vuelven por asociación a evocar esas falaces proyecciones, sin contenido de realidad, pero acompañadas siempre de cierto grado de conmiseración, ingrediente principal de nuestras obsesiones. Es importante que el nuevo tenga la oportunidad de hacer catarsis sobre este tipo de experiencias de tal sutileza, que pueden pasar desapercibidas y al darnos cuenta, habernos empinado la primera mortal copa.
En cuanto a nuestras relaciones interpersonales, es mortal el tratar de convivir con las personas con las que chupábamos, porque no existe durante muchas 24 horas la fortaleza y consistencia para las más inofensivas de las puyas, porque aun cuando el alcohólico no lo concientice, en tanto que no puede establecer diferencia alguna todavía en el asistir a una reunión con personas que beben; lo hará sentirse tenso, angustiado, con palpitación de sienes. Si a estos agregamos alguna palabra media carga de sarcasmo o de agresión, el alcohólico empezará a temblar, se llenará de confusión, de inseguridad, de conmiseración, en donde la obsesión hace sentir su presencia. Por otra parte es un hecho real que durante nuestras primeras 24 horas, a muchos se nos soltó la locura, y de repente tuvimos la sensación de estar como ausentes del escenario de lo real, a muchos los ojos adquieren aspectos extraños, como si estuviéramos viendo para dentro, o bien los ojos en ausencia, perdidos totalmente, o bien la mente estará empapada de terapia y lo que tal vez en el seno de nuestros grupos no expresemos, lo comencemos a manifestar en el mundo de los normales, a donde sin darnos cuenta, pretendemos llevar la “jerga” de nuestro grupo, sensación sumamente chistosa de esas primeras 24 horas, en donde anda uno como zombie, sin saber ni que onda, lleno de confusiones. Este estado de somnolencia mental y emocional, será precedido en algunos casos con un brutal despertar de la conciencia, con rebelión de los instintos, temor a la locura, obsesiones al rojo vivo, etc., etc.
Pero la obsesión no es nada más característica de nuestras primeras 24 horas. Recordemos que bebimos hasta las gradas de la locura y de la muerte, que llegamos empapados de alcohol, que PARA NOSOTROS ES NECESARIO LOGRAR UNA CONSTANTE DE NUESTRA RECUPERACIÓN, RECORDANDO SIEMPRE LO IMPORTANTE QUE ES OLVIDARNOS DE NOSOTROS MISMOS, SALIRNOS DE NUESTRO CERCO MENTAL. Para ello, se nos dan las herramientas de trabajar con otros alcohólicos, transmisión del mensaje a nivel Paso 12, integrarnos a los movimientos de nuestro grupo, interesarnos por algo que nos concierne íntimamente, la salvación de nuestra propia vida, saber cómo se la están llevando los demás, inclusive en otros lugares, darnos cuenta de los que se van, de los que de repente ya no están con nosotros, todo lo que signifique concientizar, es bueno y nos ayudará a tener presente la amenaza constante de la botella.
Aquellos que hemos acumulado algunas 24 horas, no por ello estamos zafos de la obsesión, incluso los que presumimos de concurrir con asiduidad a nuestro grupo, porque mientras no hay un cambio auténtico de manera de ser, de manera de pensar y de manera de actuar, mientras no nos entreguemos de lleno al programa, mientras no adquiramos cierto grado de madurez y fortaleza, estaremos expuestos a la obsesión, actuar siempre como tembeleques espirituales, que al primer soplido nos fruncimos, máxime si seguimos en nuestros antiguos machotes de conducta, revalidando carencias, con los instintos descoyuntados pretendiendo usar los principios espirituales en la búsqueda de la satisfacción de nuestros deseos egoístas, sexo, poder y dinero, aunque es cierto que NO TODOS CAMBIAREMOS, NI TODOS PERMANECERMOS, NI NADIE HA COMPRADO SU SEGURO DE VIDA, SÓLO EL PRACTICAR NUESTRO PROGRAMA NOS PONE A SALVO DE LA OBSESIÓN, PORQUE NUESTROS SUFRIMIENTOS NO SON MÁS QUE PRODUCTO DE NUESTRA MISERIA ESPIRITUAL.
Primeros pasos
Primera parte
Mi nombre es Juan y soy un alcohólico.
Ésta es la primera frase de alto contenido terapéutico que decide el proceso de cambio y da forma a la experiencia de una rehabilitación. Cala a fondo esta afirmación, y sin embargo durante muchas 24 horas no significará sino el deseo del iniciado de quedar bien, por una mera fórmula de presentación, como muchas del llamado mundo de afuera.
Efectivamente, nada representa para el mundo emocional del alcohólico la afirmación que de manera consciente, a manera de formulismo, comienza a repetir cada 24 horas en sus sesiones de recuperación en el seno de nuestros grupos.
La admisión es definitiva para el inicio de nuestro proceso de recuperación, sin embargo es un hecho real la incapacidad de nosotros los enfermos alcohólicos para tomar conciencia de nuestra realidad, ésta ha sido empañada por un deseo consciente volitivo de no enfrentarla por los efectos de nuestra ingesta alcohólica y por nuestra inveterada costumbre de inautenticidad, desde el punto de vista espiritual. Todo, dentro de un Grupo de Alcohólicos Anónimos, está matemáticamente medido y sería trágico que de golpe y porrazo tuviéramos que enfrentarnos a una realidad que siempre temimos y aborrecimos.
Ningún esfuerzo de nuestra parte hará que podamos saltar el necesario compás que marca el misterio de nuestra recuperación. Cada hora y cada minuto está contemplado en un reloj y en un calendario que no nos pertenece. Es en estos primeros pasos, en donde de repente sentimos que algo del proceso de nuestra actividad se ha detenido, que una nueva dimensión dentro del mundo ha sido descubierta por nosotros, y de repente los contornos abismales de nuestra tragedia, van cambiando su perfil y toda la negación se va diluyendo en un mar de positividad.
Es definitivo, que un manto protector comienza a arroparnos, los compañeros afirman una y otra vez, esta experiencia de un mundo drástico, nada hay más difícil que la práctica de nuestro programa, todo va en contra de nuestros deseos naturales, sin embargo para el recién ingresado todo es fácil, todo es euforia y contentamiento. Se han descubierto las primeras muestras de una gran veta, que falta mucho por explorar, y así, el impaciente se vuelve paciente, el negativo positivo, el iracundo comprensivo, todo esto con una singular facilidad.
Todo es trascendido en ese paréntesis rosa de nuestra recuperación, algo muy parecido a la verdadera tranquilidad. Es la muestra y la promesa, el camino está empezando, los propios padrinos comienzan a desconcertarse algunos, nuevos aún, se desesperan con un ahijado que da muestras de tener mayor sobriedad, mayor fortaleza, mayor profundidad, mayor convicción que la del propio guía.
Cuando alguien insinúa el nuevo está viviendo la nube rosa, éste responde que es falso, se siente agredido, aún cuando le complace saber que es envidiado por otros más viejos en el grupo y que tal vez no han obtenido aquel estado que él está viviendo tan intensamente.
Es impredecible el tiempo que dura este maravilloso estado (inconciencia bendecida), augurio promisorio, de ese nuevo mundo que está por descubrirse.
Ajeno e inmune a todo intento de bajarlo de su nube rosa, el nuevo flota sin aquilatar la realidad, las horas van pasando y la primera copa no ha hecho su aparición. La luna de miel puede durar días, meses y tal vez años, ésta será precedida de otras lunas de miel, de otros estados muy similares, aunque nunca iguales a este primero.
La bondad de Dios ha enseñado al iniciado que le ha tomado la palabra, que se comienza a sellar la amistad, que después de esto, cualquier vicisitud no será más que nubes de tormenta pasajera, que el poderoso brazo del SEÑOR está en nosotros.
Segunda parte
Confrontando la realidad
Este estado maravilloso, conocido con el nombre de nube rosa, de repente comienza a desvanecerse, en las juntas la terapia comienza a penetrar en esa dura caparazón de inconciencia. Es un hecho real que comienzan a sentirse sensaciones de desasosiego, de inquietud, inclusive a nivel físico, al escuchar a los compañeros desde la tribuna hacer su catarsis, o franca y abiertamente dirigirse a uno en un afán de confrontarlo con su realidad. La aparente indiferencia, las reacciones instintivas que como latigazo en ocasiones anteriores surcaban la conciencia, y lo hacían llenarse de indignación, para abordar la tribuna y entrar “al toma y daca”, que se gesta en el seno de nuestros grupos, se va haciendo más frecuente, sin que esta táctica de simular nuestro verdadero problema nos siga prestando la eficaz ayuda de 24 horas antes.
Cada día nos vamos más aporreados, manifestándose diversos estados que aun cuando eran conocidos por nosotros, en las resacas alcohólicas nunca fueron ni tan seguidos, ni tan agudos; el sueño parece abandonarnos, las noches insomnes se hacen más frecuentes, en algunas ocasiones acompañadas de estados depresivos, o francamente angustiosos, una verdadera confusión.
Efectivamente ha sido trastocada nuestra fachada, va desapareciendo el autoengaño, y en el movimiento pendular de nuestra recuperación, viajamos al extremo. Tal parece que hemos perdido nuestra identidad, no somos quien creíamos, y la zozobra y la incertidumbre nos hacen sentirnos como el agujero de una rosca.
Como en todos los estados de nuestra recuperación, la desesperanza marca el límite de la esperanza, el nacimiento de la fe, hundido en un mar de confusiones, dudas e incertidumbres, en el vértice de la tormenta añorando a la nube rosa y deseando retrotraer el reloj.
Para volver a este estado de deliciosa tranquilidad, incesantemente se pregunta uno, porqué se ha perdido, viviendo la frustración de sentir que va uno para atrás, una completa desesperanza. Los compañeros le mencionan a uno de manera persistente, que nada más hay una salida, la derrota; para unos, el oasis, el sosiego, la pelea ya terminó, para otros la rebelión brutal de los instintos, la defensa de la enfermedad a las gradas de la locura y de la muerte, tendrán que vivir una derrota en agonía, otros la pasarán de largo, la soslayarán, viajarán en la superficie de la recuperación, pero a fin de cuentas, lo fundamental es que nadie beba.
Para los que con ayuda del Poder Superior logran la derrota, llegar a ceros, de manera lenta para paulatina, ir despejándose el camino que rumbo hacia la desintegración total tuvimos que recorrer. Efectivamente muchos de nuestros compañeros llegan a nuestros grupos del baldío, de los albañales, habiendo perdido trabajo, hogar y roto todo vínculo que los mantenía unidos a la sociedad, años de vivir en este estado infrahumano, podría creerse que por este solo hecho la admisión de la derrota ante el alcohol y ante la vida, pudieran ser más fácil. La experiencia ha demostrado que no es así, que cualquiera que sea la condición del enfermo alcohólico defenderá la enfermedad, defenderá un estado de evasión total o parcial, que le evita confrontar su verdadera situación. Muchos de estos compañeros transitan por nuestros grupos sin dejar huella, en unos casos por haberse perdido todos los niveles de conciencia, por no haber podido captar ni lograr eses pequeño flachazo de conciencia, que se requiere para el inicio de nuestra recuperación. Aquellos que logran quedarse, llegan a ser buenos Alcohólicos Anónimos.
Al inicio de Alcohólicos Anónimos, Bill señalaba, que solamente aquellos que verdaderamente habían tocado un fondo dramático, podían tener oportunidad de obtener cierto grado de sobriedad. Con posterioridad llegaron quienes conservaban relaciones familiares, trabajo y aún posición social y éstos también comenzaron a quedarse, aun cuando tuvieron que tocar fondo dentro del grupo emocionalmente.
En esta última frase está contenido todo. Tenemos que tocar fondo dentro del grupo de Alcohólicos Anónimos, de ahí la rebelión de los instintos, la defensa del autoengaño y una serie de crisis que acompañan el lento descenso hacia la derrota. Reconfortante esta situación cuando se da uno cuenta que lo único que ha pasado es que le han abollado a uno el ego. Del cero no sigue más que uno y que de esta posición todo será ganancia, de lo contrario seguirá uno inconforme con su realidad y cualquier problema incidental lo volverá a afectar y significará crisis y crisis, hasta que se quebrante nuestra prepotencia y decidamos ceder los bártulos a Dios.
Tercera parte
Obsesión
La enfermedad del alcoholismo, la constituye la obsesión por beber, esa enorme y destructiva fuerza, la que nos impelía a beber, esa idea fija, que inundó nuestra vida, pensamiento y voluntad de bebedores problema.
En efecto, la dependencia por el alcohol nació al hacer contacto con la primera copa. Tal parece que todo nuestro cerebro se empapó en alcohol, desde este momento la idea obsesiva por beber, se convirtió en una fuerza a la que siempre sucumbimos, todos los departamentos de nuestra vida estaban impregnados de pensamiento alcohólico, toda actividad fue antecedida y precedida por la idea de beber.
Dificultades en el hogar, en el trabajo, la sensación de frustración, de incomprensión, de injusticia, de temor, incapacidad de relacionarnos con otros seres humanos, la manifestación de nuestros complejos de superioridad, nuestra euforia, los artificiales sentimientos de importancia, nuestro mundo entero mental y emocional, estaba contaminado por el alcohol. Cada emoción era contenida por alcohol, nuestro deseo de estar alegres, nuestra necesidad de seguridad, nuestros sueños de pompa y poderío, nuestra vida entera indisolublemente ligada al deseo de beber.
La llegada a los GRUPOS DE ALCOHÓLICOS ANÓNIMOS es apenas, una leve esperanza que la obsesión por beber desaparecerá. Primero tendremos que tomar conciencia de la existencia de esta obsesión, y de nuestra incapacidad para contenerla. Los mecanismos defensivos de nuestras primeras 24 horas nos envuelven en un manto de inconciencia, nuestra propensión a ocultar a nuestros propios ojos la realidad, nos impedirá ver esta maligna fuerza, que en las primeras manifestaciones terapéuticas pretende esconderse como animalillo travieso, como diablillo burlón, en la selva de nuestro autoengaño. La terapia removerá los trebejos y hará luz en nuestra conciencia para dejar al descubierto ese sutil y engañoso impulso que es la obsesión.
Cuenta un compañero, como esgrimía la autodefensa en cuanto se inquiría su obsesión, como entraban los pensamientos engañosos a su rescate.
Veterano al nuevo: ¿Has tenido obsesión? Nuevo (a la defensiva): Ninguna. Yo de hecho no tenía obsesiones fuertes.
Pensamiento del nuevo: Este idiota, de a tiro, ha de creer que estoy muy enfermo.
Sensación que se le está agrediendo –típica defensa de todo lo que amenaza nuestra fachada.
La tribuna hará su efecto, la descripción de la obsesión con todas sus máscaras y disfraces por compañeros de tiempo, la forma en que ellos la detectaron, pondrán en guardia al iniciado y estará en mejores condiciones de detectarla y enfrentarla.
La obsesión está en pensamientos de conmiseración, de depresión, de rebeldía, de resentimiento, de frustración, de falsa euforia, de desconfianza, de ira, de impotencia, etc.
La obsesión a nivel de sensaciones físicas:
Descubierta la obsesión, hay que manifestarla. Para el nuevo es sugerible hablar de todo lo que va pensando y sintiendo. Sus rebeldías, sus temores, todo lo que le dice la mente, sus ficciones de pompa, sus reacciones pueriles, etc.
El cuidado elemental al nuevo, está en las tradicionales sugerencias, simples y sencillas:
-No te juntes con las personas con las que bebías.
-No faltes a tus juntas.
-Sésgale a lo que te cause sufrimiento.
-No entres en disputas o controversias.
-Evita hablar de tu problema alcohólico con personas ajenas.
-No busques justificaciones en opiniones de terceros para defender tu alcoholismo.
-No le hagas caso a tu mente.
El apadrinaje hacia el nuevo es básicamente de escucharlo. No puede satisfacerse su compulsión de querer saberlo todo, ni mucho menos explicarle su pretendido deseo de aclarar dudas absurdas, lo primero es aclarar su mente con la terapia grupal –fúmate un cigarro, tómate un café y escucha tus juntas-, tribuna y tiempo, mucho tiempo. Tenemos que tener presente que el apapacho y la sobreprotección nos ablandan, mente alerta para la pretensión de chantaje y manipuleo.
El que se va a ir hoy, por una mala cara, porque descubrió que su padrino no es santo, porque fulano habla groserías, se va a ir mañana.
La comprensión no es conmiseración. Transmitimos fuerza, no temor.
El programa hace hombres, no niños enclences.
Cuarta parte
Relaciones interpersonales
Desprendemos del marco general de relaciones interpersonales, algunas experiencias interesantes, nos referiremos a alguna de nuestras relaciones, típicas en el hogar alcohólico.
Nuestra tendencia a depender, a exigir seguridad, nos impelió a “buscar” una compañera o compañero protector, es decir, como bien se maneja a nivel catarsis, una madre o un padre, alguien que nos protegiera, en el más amplio de los sentidos; esta exigencia infantil, está disfrazada como una justa demanda de comprensión; alguien que nos alcahueteara nuestras borracheras, que no la hiciera de tos, que enfrentara los pequeños problemas que nosotros no deseábamos encarar, incluyendo responsabilidades hogareñas, cuidado de los hijos, etc., ya que nuestro “nivel de importancia” y nuestro “nivel de hombría” cubrían el temor a nuestra realidad; no sabíamos, como ser padres; de hecho, ningún niño sabe cómo serlo; lo único que nos gustaba en este caso, es jugar “el papel”, darnos importancia, decir cómo es, transmitiendo a este acto nuestros temores, nuestras frustraciones, resentimientos, etc. Intentamos hacer de nuestros hijos, aquello que no somos, y en casos graves de autoengaño, aquello que creemos ser. En estas condiciones de inmadurez total, no es difícil generar conflictos continuos en nuestros menores, ponernos a su nivel emocional; “el dulce hogar” es el campo de batalla de nuestros instintos.
Este panorama tiene sus variantes, el alcohólico con profundos sentimientos de culpa, con mil temores a flor de piel, siente la necesidad de más protección, de la que la mamá-esposa puede darle, y trata de buscarla en sus propios hijos, caso equiparable cuando los polluelos recién nacidos que se hacinan bajo el calor de mamá-gallina. En algunos casos de esta relación dependiente, se generan resentimientos hacia la compañera, mismos que manifiestan cuando el alcohol rompe las barreras inhibitorias de temor e inseguridad y aparece en todo su esplendor “el macho mexicano”; para el día siguiente, llorar por fuera o por dentro, de acuerdo a la magnitud de su egocentrismo, “perdón, vida de mi vida”.
El alcohólico dependiente tiende a estar arriba de la montaña o abajo de la montaña, impide en algunos caso el crecimiento normal de sus seres queridos, y no es raro, que la madre-esposa del alcohólico, sea también víctima del infantilismo y el matrimonio un juego infantil, remedo de “la comidita”.
Cuando esto sucede, no existe conciencia de las partes, en una sociedad de niños, todo es capricho y emoción, todo es “yo te manipulo” y “tú me manipulas”, “yo te cubro” y “tú me cubres”, etc.
En el seno de nuestros grupos comenzamos a escuchar la exposición al desnudo de este tipo de relaciones, con su problemática consecuente, y también a vivir los primeros conflictos de nuestro crecimiento, como quiera que sea, nuestra compañera o compañero comienzan a ver que algo raro está aconteciendo en la personalidad de su consorte, que hasta una nueva jerga idiomática es introducida en su casa: “así es”, “por algo es”, etc., etc. Seguramente nuestros seres queridos desearon en muchas ocasiones que nosotros dejáramos de beber, para dedicar nuestro tiempo y nuestro esfuerzo a rendir pleitesía a la “reina del hogar” o bien para vivir postradas de hinojos, adorando al “rey de la creación”, nuestro compañerito.
Toda esta ilusión comenzará a desvanecerse, cuando el enfermo alcohólico empieza a concientizar en primer término, su necesidad de militancia, a padecer las obsesiones, o bien los efectos de la terapia y de la recuperación, cuando actuando de la mejor buena voluntad, evita la permanencia en el hogar, para no seguir dañando.
Las experiencias han demostrado toda una gama de reacciones y de temores en torno al enfermo alcohólico. La mayor parte de estos problemas son trascendidos sin dificultad una vez que se haya tomado conciencia de los mismos, se hayan objetivizado y trabajado con honestidad. Aquellos otros de dependencias graves, su concientización será lenta, en otros dolorosa; los socios familiares del enfermo alcohólico tendrán que crecer, o cargar la recuperación de su enfermo, algunos de ellos pensarán que de acuerdo con las nuevas condiciones, no vale la pena la sociedad. De hecho, aún en las relaciones menos enfermas, tenemos que reconocer que nuestros “vínculos matrimoniales” fueron desde su inicio, una batalla para lograr la hegemonía, o bien una supeditación total. Toda madurez, requiere un proceso lento y paciente.
El apadrinaje
Primera parte
Los antecedentes del apadrinamiento, se encuentran en los principios de Alcohólicos Anónimos y nace desde aquel instante en que BillW., vivió la experiencia de que comentando con otro enfermo alcohólico sus desasosiegos, podía permanecer sobrio. A falta de trabajo, muere la fe, aterradora verdad en el caso del alcohólico, pues si dejamos de perfeccionar y engrandecer nuestra vida espiritual, en beneficio de otros como nosotros, sin duda volveríamos a beber. Efectivamente, nuestro mejor seguro en relación a la bebida, es el trabajar con otros alcohólicos, estos principios espirituales dieron nacimiento al apadrinaje, concomitantemente con ellos está la absoluta necesidad de admitir ante Dios y ante otro ser humano la naturaleza exacta de nuestras faltas.
Al parecer esta relación de un miembro de mayor tiempo con el de nuevo ingreso dentro de la comunidad de Alcohólicos Anónimos en los primeros años de esta organización se entendía única y exclusivamente para apoyar al de nuevo ingreso para que no se fuera a beber, transmitiéndole el veterano sus experiencias vividas y la forma en que él estaba permaneciendo sin beber.
En México, hace algunos años antes de iniciarse el Movimiento 24 Horas de Alcohólicos Anónimos, el apadrinaje era circunscrito a los primeros 2 años de militancia o tal vez hasta la elaboración del primer cuarto paso, hay que tomar en consideración que en esa época pocos eran aquellos que permanecían como militantes activos después del tercer año, y raro eran los testimonios de aquellos que hubieran acumulado militando dentro de Alcohólicos Anónimos una vida de 5 años promedio.
Es en el Grupo 24 Horas de Alcohólicos Anónimos en donde el apadrinaje adquiere perfiles de verdadera mística haciéndose extensivo a la evolución que el enfermo alcohólico va desarrollando en su diaria militancia dentro del Movimiento.
Es pues el apadrinaje la contribución espiritual más decidida en beneficio del engrandecimiento espiritual de nuestra propia vida.
Tenemos oportunidad de compartir cada 24 horas nuestra vida bajo ese denominador común de una evolución constante.
Al inicio la vida de un nuevo es equiparable a la de un bebé, real y efectivamente estamos hablando de un renacimiento, para con él debe tenerse los máximos cuidados, irle enseñando paso a paso a caminar en la nueva dimensión que va descubriendo y experimentando, en estos primeros pasos se despierta admiración y respeto hacia el padrino, es de hecho motivo del nacimiento de la fe hacia el género humano.
En esta relación hay que luchar en muchas ocasiones en contra de los impulsos tan marcados en la personalidad del alcohólico para evitar adoptar posturas de revalidación para con el ahijado, y actitudes infantiles de “recio”, o bien rebasar los límites del respeto para apoderarnos de la personalidad de nuestro ahijado.
El apadrinaje requiere de grandes dosis de buena voluntad, y de humildad de las partes, recordando siempre que el programa es a base de sugerencias y que nunca podemos exigir aquello que nosotros mismos no hayamos llevado a cabo con auténtica honestidad, tenemos que recordar que no puede haber confianza donde no hay amor, ni puede haber verdadero amor donde la desconfianza gobierna.
Como padrinos tenemos la necesidad de poner al servicio de nuestro ahijado nuestra experiencia, la objetivización de sus propios problemas, cuando son ventilados franca y abiertamente para que él, y sólo él, tome las decisiones.
Como ahijados sobre todo aquellos que hemos acumulado algunas 24 horas, tendremos la necesidad de ser cuidadosos en no caer en los garlitos de nuestro egocentrismo, esa absurda pretensión de desear proyectar ante nuestro padrino la imagen de una recuperación, crecimiento y sobriedad que estamos muy lejos de tener, los que hemos caído en esta trampa tenemos que caer en otra más grave, la necesidad de jugar a las escondidillas, con nuestro propio padrino, y de buscar el apadrinaje de otro u otros compañeros, jugándonos las contras en la infantil idea de ocultar nuestra verdad.
Cuando nuestra deshonestidad nos ha hecho ocultar frente al padrino aristas negativas en nuestra recuperación, dependencia, resentimiento, instinto descoyuntado, etc., y estemos temerosos de que sea descubierta nuestra falta, aún es tiempo de sincerarnos, el “ocultador” es el único que sufre, el autoengaño es el diablillo burlón de nuestra recuperación.
Segunda parte
Aun cuando esa afirmación parezca temeraria, creemos sin lugar a dudas, que es en el GRUPO 24 HORAS MATRIZ en donde gracias a las aportaciones espirituales de cientos de compañeros toma forma el apadrinaje como una verdadera mística, cuyo principal ingrediente lo constituye la fe.
En ninguna parte, ni aun en los Grupos de Alcohólicos Anónimos, existe una relación de seres humanos tan profundamente espiritual, como la que se establece en la relación Padrino-ahijado, en el seno de nuestros GRUPOS 24 HORAS.
Respeto y fe, exenta de dependencia, es el binomio que da efectividad a esta relación. Similar a la del escalador de alta montaña, en el que el guía va vigilante del explorador que lleva a su cuidado, atado a él y consciente de que su vida, y la de su guiado, penden de la misma reata.
De igual manera, en el acto del apadrinaje, media un lazo de unión, la buena voluntad, ese deseo particularmente amoroso del Padrino, de salvar la vida de su ahijada, de hacerle llegar el alivio que él ha tomado previamente para los más agudos dolores, de darle su tiempo, su comprensión y su afecto.
Aquellos que hemos estado en el vértice de la tormenta emocional, víctimas de una mente cruel y torturante, e invadidos por el temor que flagela impíamente nuestra vida, esa bruma que enajena nuestra razón y oprime a nivel físico inclusive nuestro pecho, y en estas condiciones, vivir el milagro de la fe cuando el Padrino, un ex borracho igual que nosotros con una palabra, transforma nuestro dolor y aliviana nuestra carga.
En esta morada del espíritu tenemos el antecedente de que la mayoría de nosotros somos víctimas de relaciones defectuosas a nivel paternal, o se nos soltó antes de tiempo, o una sobreprotección exagerada jamás nos dejó alcanzar la mayoría de edad. Esta forma adulterada de relación perjudicó nuestro crecimiento y nulificó nuestra posibilidad de adaptación y de relacionarnos e integrarnos a la comunidad.
La relación Padrino-ahijado, como todo en nuestros grupos, está sujeta a evolución y madurez. En este tránsito, se presentan estados múltiples, así como una rica gama de experiencias que valen la pena transmitirlas.:
Tratamos hasta donde es posible, de no involucrarnos en los movimientos emocionales de nuestro ahijado, pero mucho menos en los que derivan de confrontaciones terapéuticas o de sus incipientes relaciones en el grupo, no exentas sobre todo en sus inicios de su militancia, de resentimientos, dado que encuadramos dentro de la descripción de ser “ampulosos y pueriles”. Sabemos por nuestra propia experiencia de esa manifestación egocéntrica de querer aparecer ante nuestro Padrino como héroes o como víctimas en nuestras actuaciones, que durante muchas 24 horas están limitadas al escenario de nuestro grupo. Deseamos ser el alumno “más aventajado” y lograr un gesto o una palabra de satisfacción de quien nos guía, este juego infantil, oculta peligrosamente la verdadera naturaleza de nuestro conflicto, encharcando nuestro proceso de madurez.
Dolorosas experiencias nos han hecho detectar lo dañino que puede ser para nosotros una palabra de complacencia, de asentimiento, de aparente aprobación, de parte nuestro Padrino a nuestra arrogante manera de comunicarle los “avances”, siempre ficciosos de nuestra recuperación, basados en nuestra participación a nivel tribuna, coordinación o como francotiradores en los diálogos con nuestros propios compañeros militantes.
Hay quienes, con una sola palabra de reconocimiento, basta para que nos “agandallemos” y creamos a pie juntillas, la ficción de nuestra recuperación. Quienes así procedemos, estamos poniendo nuestra cabeza en la picota, en una situación que a la larga o a la corta, no podrá ser sostenida, que irá engendrando temores y la incertidumbre de ser pillados en nuestra falta de recuperación, temores de que los compañeros que nos preceden, descubran nuestra inconsistencia y de esta manera nuestra permanencia se hará cada vez más difícil y muchos emigrarán acosados por los fantasmas que ellos mismos generaron.
Las características típicas de un alcohólico son: “un sentimiento egocéntrico narcisista, dominado por sensaciones de omnipotencia, que intenta mantener a toda costa su integridad interior. El alcohólico no acepta ser controlado por el hombre o por Dios. Él, el alcohólico, es y debe ser el dueño de su propio destino. Luchará hasta lo último por preservar esa posición”.
A este perfil que ya describían los expertos en los inicios de ALCOHÓLICOS ANÓNIMOS, habría que agregarle que todo esto no es más que una fachada, una mampara que esconde una personalidad tímida, insegura y profundamente débil, el típico pavo real, con las asentaderas pelonas, quienes dentro de ALCOHÓLICOS ANÓNIMOS, principalmente en el seno de los GRUPOS 24 HORAS, persisten en esta actitud desafiante, pocas oportunidades tienen de sobrevivir. Expertos que somos en cambiar de ropaje con relativa facilidad, es probable que tratemos de esconder nuestra altanería con el disfraz de la mansedumbre, típicos casos de los ahijados superdisciplinados, dóciles, sospechosa actitud cuando se trata de compañeros con escasas 24 horas de militancia, quienes al persistir en el tiempo escondiendo sus naturales rebeldías, presionados por su propia actitud, un buen día no volverán a aparecer por el grupo.
El apadrinaje en estos casos es el tratar de lograr desde el principio una comunicación razonablemente honesta, lo difícil es, poder detectar a trasluz lo que verdaderamente encierra este tipo de actitud, máxime cuando nuestro egocentrismo de padrinos infalibles nos impedirá ver el fingimiento de nuestro ahijado.
Es una verdad de a kilo, que no podremos apadrinar con bola de cristal, por lo que las más de las veces dentro de nuestros limitaciones humanas trataremos de creer la autenticidad de nuestro ahijado, dejándole a su conciencia, cuando ésta ya exista, la responsabilidad de la honestidad que solamente a él corresponde.
Solamente la militancia de cada 24 horas, el deseo de cambiar, como una necesidad de vida, nos irá haciendo posible una actitud de comunicación honesta, siempre en términos de relatividad. Precisamente el verdadero despertar espiritual, es una rendición total, hacer a un lado la propia omnipotencia aceptando la ayuda y la orientación de otro ser humano, es en este instante cuando los sentimientos vengativos y agresivos para con nosotros mismos, para con la vida, cuando ese perpetuo temor de confiarnos en alguien, de entregarnos y de pertenecer, son transformados en positividad, en confianza, en respeto, en amistad y exentos del miedo a la humanidad, decidimos confiar en otro borracho que defectuoso como nosotros nos entrega no el bagaje de sus éxitos, sino de sus fracasos, no su omnipotencia, sino su debilidad, no su arrogancia, sino su humildad, a este ser humano confiaremos nuestra vida, como el primer eslabón para confiar en la humanidad, para entregarnos a Dios.
Es saludable recordar que, dentro de ALCOHÓLICOS ANÓNIMOS somos seres enfermos y defectuosos, que nuestra sociedad es no tanto un ejemplo de virtudes, como de defectos, y éstos, como denominador común, nos hermanan en el sufrimiento, y que nuestros grupos son tal vez, la última oportunidad de adaptación, y de relación que nos brinda la vida.
Descubrimos y admitimos que toda nuestra vida había sido un fraude.
¿Qué tan sincera es esta afirmación, que muchos hacemos en la tribuna? Impelidos por la fuerza de la terapia, hemos pronunciado estas palabras la mayor de las veces, sin el pleno convencimiento, otras a nivel consciente. En este segundo caso, la rebelión de los instintos no se hará esperar, con ella, la conmiseración a su máxima expresión y el estado depresivo, ¿quién que haya pasado por estos estados, no estará dispuesto a confiarse a otro ser humano?
Entre más grande sea nuestro egocentrismo, más duro será su desinflamiento, dolores de muerte precederán el acto en el que nos toquen en el lugar en donde anida la flatulencia (la ventosera). Solamente cuando el globo se desinfle, proceso más largo y delicado que la hinchazón física, producida por la intoxicación de la ingesta alcohólica; con la que llegamos a los grupos, estaremos en condiciones reales y efectivas de dejarnos guiar.
Los nuevos
Primera parte
Las personas más importantes en los grupos de ALCOHÓLICOS ANÓNIMOS, son los “nuevos”, aquellos que llegan por información, aquellos otros que se están quedando a militar con nosotros; si nuestros grupos no fueran renovados continuamente, la conciencia grupal se estatizaría, se momificaría y como las plantas, tenderían a secarse, es decir, morirían. Aun cuando en estas condiciones no se cerraran los grupos, la inanición iría contaminando la atmósfera, haría falta oxígeno, se decaerían los ánimos y el espíritu de ALCOHÓLICOS ANÓNIMOS moriría, y sus militantes, cadáveres vivientes, estarían esperando su entierro.
El movimiento de vida que aporta el nuevo, significa una renovación interna de cada uno de nosotros al escuchar su historial, su sufrimiento, su confusión y vernos en él, hace que muy dentro de nosotros, algo se renueve. Las juntas se revitalizan, se vivifican, renace el sentimiento de piedad, disuelve, si estamos en disposición para ello, los dolores de nuestras mezquindades, las exigencias de nuestro “ego”, y la conciencia grupal se rejuvenece, se llena de lozanía y ríe, sabiendo y sintiendo la nueva vida de un nuevo miembro.
Para aquellos que sentimos la necesidad de vivir a plenitud, es importante mantener viva la conciencia de lo que esto significa, y recordar la forma en que otros compañeros nos cuidaron y nos aportaron lo mejor de ellos mismos para salvar nuestra vida.
A los que tuvimos la fortuna de formar parte de las primeras generaciones del GRUPO 24 HORAS CONDESA, el recordar con gratitud estos momentos, nos llena del vigor que produce este sentimiento, incrementando la fe en nuestro programa y en la justicia y bondad del mundo 24 HORAS DE ALCOHÓLICOS ANÓNIMOS.
¿Cómo no agradecer el tiempo que nos dispensaron aquellos que nos recibieron? ¿Cómo no agradecerles que jamás se abusó de nosotros, tal vez por saber que llegábamos llenos de desconfianza, de temores y resentidos contra quienes, de alguna manera en el mundo de afuera, nos habían hecho víctimas de nuestra descompensación, y hasta tal vez, porque nunca supimos decir que no?
¿Cómo no considerar criminal al Padrino, que recibe prestado dinero de su ahijado, cuando éste todavía no tiene ni idea de lo que es ALCOHÓLICOS ANÓNIMOS? ¿Cómo no rebelarse frente al que abusa de su ahijado, obligándole a prestar servicios personales, cuando es nuevo?
Estas significativas situaciones jamás acontecieron en los inicios del GRUPO 24 HORAS DE ALCOHÓLICOS ANÓNIMOS. El nuevo tenía el derecho de balconear cualquier actitud en este sentido, de compañeros de mayor tiempo.
El cuidado al nuevo se inicia desde la información, sea ésta telefónica o personal; DEBE ENTENDERSE QUE INFORMACIÓN NO SIGNIFICA CURACIÓN, que ésta debe de encauzarse de manera sencilla, a fin de que el que está recibiendo la información, sienta confianza, tenga la oportunidad de concientizar algo de lo que se le está transmitiendo. En la sala de juntas debe de tener las elementales atenciones, que requerimos para sentirnos a gusto, fundamentalmente la comunicación discreta, sin que se le abrume al nuevo, al grado de asustarlo, sin que se le apapache, al grado de que se le empalague, una comunicación franca, viril; es importante, que si el nuevo se quiere ir, se le invite a otra junta, a regresar en caso de que se vaya, etc.
En su militancia inicial, deberá tener la libertad para escoger su Padrino, deberá actuarse de buena voluntad para darle toda la orientación, a fin de que pueda hacer su elección. Los acaparadores de ahijados, necesitan apadrinaje y no apadrinar.
El nuevo debe tener el trato de adulto y no de niño; la sobreprotección no beneficia a nadie.
El nuevo anexado estará bajo el cuidado únicamente del responsable del anexo. El apadrinaje del anexado no debe interferir con las responsabilidades del encargado. En esto debemos recordar, que en anexo sí hay jefes y normas, para poder permanecer y convivir.
Es importante, que en una junta los nuevos tengan la oportunidad de pasar a la tribuna, pero también los viejos militantes, porque el intercambio de experiencias de los que van llegando, de los de medio tiempo y de los veteranos, nutre y alumbra la conciencia grupal y nuestra militancia.
Segunda parte
Quiénes de los militantes del MOVIMIENTO 24 HORAS DE A.A. no hemos tenido la oportunidad de presenciar cómo llegan los compañeros de nuevo ingreso a nuestros grupos; los unos con una cruda maquillada, que mal disimula los estragos de sus borracheras, con todos los temores a cuestas, llenos de incertidumbre, de desconfianza, de titubeos, y una gran inseguridad; sabemos que “algo” doloroso motivó su incipiente decisión de llegar a nuestros grupos; dentro de esta nebulosa alcohólica que empeña nuestros niveles de conciencia, hay un flashazo que, de alguna manera, hace luz en nuestro sufrimiento y marca el instante preciso en el que llegamos a un grupo de A.A., en ocasiones la amenaza de divorcio o separación, los sentimientos de culpa, incrementados a tal grado en nuestras últimas borracheras que llegan a ser insoportables, la conmiseración, esa profunda lástima por nosotros que nos lleva a un estado de total infelicidad y nulifica todos los motivos que nos hacen querer la vida; ese vacío permanente que hemos sentido dentro, sin poder llenar jamás, esa sensación brutal de soledad, aun estando rodeados de gente, ese sabor amargo que produce la frustración de toda una vida.
De repente, algo nos hace tomar conciencia, de que necesitamos ayuda. Muchos de nosotros, antes de que nos fuera transmitido el mensaje, hicimos vanos intentos por dejar de beber, “juramentos”, promesas, el auxilio de la medicina, etc., o sea, que de alguna manera, la mayor de las veces instintiva, comenzamos a sentir la necesidad de dejar de beber, pero fundamentalmente el deseo de que nuestras circunstancias fueran diferentes, que algo cambiara de manera definitiva nuestras vidas.
En esa confusión, muchos deseamos huir del escenario de nuestras borracheras; para los que vivimos en la Capital, culpar a esta ciudad por todos nuestros males, y añorar y desear la paz de la Provincia. Para los que teníamos “hogar”, desear la liberación y de alguna manera, sentir que las personas asociadas a nosotros, esposa, esposo, madre, hermanos, amigos, constituían de alguna manera, parte de nuestra carga emocional; sentir la angustia por las demandas de afecto, de atención, por los requerimientos económicos os implemente por los compromisos, que nos imponían nuestra familia, nuestro trabajo o la sociedad en general. Esto es, formalmente se hacía evidente, la rotura de nuestro sentimiento comunitario.
Algo andaba mal en nosotros, pero no sabíamos qué era, en muchas ocasiones quisimos cambiar nuestra manera de ser, envidiamos y despreciamos a aquellos que podían vivir en sociedad, y manifestar su adaptación a ese mundo, en cuyo seno siempre nos sentimos como “espías” en territorio enemigo, quisimos y hasta intentamos, ser personas rectas, y en algunas ocasiones hasta virtuosas, pero el temor continuo de ser víctimas, el temor al sufrimiento, nuestra incapacidad a enfrentarnos a algo o alguien, nuestro egoísmo en fin, nos impidió “pertenecer”.
Nada más desalentador, que la comprobación de nuestra incapacidad para convivir, accidental o totalmente con otros seres humanos. ¿Cómo pues, íbamos a quedarnos en un grupo de A.A.? Sólo la desesperanza, esa convicción total, aun cuando momentánea, de no tener salida, pudo producir en nosotros el débil intento de quedarnos en un grupo de A.A.
Por eso es tan importante la comunicación constante con los recién llegados, no quiere decir esto que nos esforcemos por convencer al nuevo, de que es un enfermo alcohólico, y de que nosotros somos poseedores de la panacea.
Al transmitir el mensaje, recordemos nuestras propias reacciones, nuestros propios síntomas de inseguridad y prejuicio, nuestra absoluta falta de fe para creer en alguien o algo, nuestra ceguera para poder ver, qué es lo que anda mal en nosotros, que el motivo aparente pero más objetivo de nuestra presencia en un grupo de A.A., son nuestros problemas con la botella, y nada más; que lo único que vamos a ver, es si es cierto, que podemos dejar de beber, que no llegamos buscando ser diferentes ni mucho menos buenos, que no llegamos buscando a Dios, que nunca nos han interesado y siempre molestado pláticas de tipo religioso, que no hay nadie más repelente a los temas místicos o espirituales, que el enfermo alcohólico, Dios de su propio universo; que aquellos que llegaron a hablarnos a nombre de la religión , de la moral, de las buenas costumbres, etc., los menospreciamos, al grado de desprecio, y que siempre tendremos argumentos para iniciar y sostener una de nuestras acostumbradas y cantinflescas polémicas de cantina.
También hay que tomar en consideración, que somos actores con una gran capacidad para mentir, y para fingir y que atrás de nuestra aparente seriedad, estaba la ausencia total de nuestra mente, la burla regocijada o la controversia no expresada; el único idioma que los alcohólicos entendemos, es el sencillo, la información lisa y llana, la exposición de nuestro historial sin exageraciones y obviamente, tratando de hacer conciencia en el candidato.
La comunicación sin verdad, o sin una auténtica idea de sinceridad, no rendirá frutos; recordemos que el mentiroso, sabe siempre cuando se le está mintiendo; el farsante cuando se le está farseando; un vivo no puede engañar a otro vivo, así como un “ciego” no puede guiar a otro ciego.
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