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  PREMIO LASKER

 


En 1951, el Premio Lasker fue conferido a Alcohólicos Anónimos. Parte de la citación decía:

“La Asociación Norteamericana de Salud Pública presenta el Premio del Grupo Lasker de 1951 a Alcohólicos Anónimos, en reconocimiento de su enfoque único y sumamente acertado de ese antiguo problema de salud y problema social, el alcoholismo ... Al recalcar el hecho de que el alcoholismo es una enfermedad, el estigma social que acompañaba a esta condición está desapareciendo ... Posiblemente, algún día los historiadores reconocerán que Alcohólicos Anónimos ha sido una aventura pionera en su campo, que ha forjado un nuevo instrumento para el progreso social, una nueva terapia basada en la afinidad entre los que tienen un sufrimiento en común, y que dispone de un potencial enorme para la solución de las innumerables enfermedades de la humanidad.”

 


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Del Alumno Interior
 

 
 
 
 
 
 

Pasos para fortalecer al maestro interno, única referencia –junto a la fe- que acompaña todo el camino espiritual.
 
 
 
Por: Karlfried Graf Dürckheim
El maestro eterno, en una forma humana, es la vida en el camino de su manifestación en el mundo. Históricamente encarnado, solo aparece cuando se lo llama y se lo reconoce, o cuando alguien tiene necesidad de su ayuda para dar testimonio de esa vida.
 
Cuando un hombre, hasta entonces satisfecho con su suerte, se da cuenta de que es prisionero de lo relativo, es que ha llegado el momento crucial. La voz de lo sobrenatural, presente en su Ser Esencial, se deja oír, siendo imposible ignorarla. Esta lo llama a transformarse y, respondiendo a esta llamada, él despierta al estado de alumno, discípulo, hasta que se decida a “servir” y a buscar al maestro que lo dirija.
 
Para que se pueda hablar de un verdadero despertar al estado de alumno es preciso que éste sea atraído por el otro con tal fuerza que haga tambalear toda su orientación anterior. Para ello es necesario que se sienta seguro o, por lo menos, que tenga una presciencia lo suficientemente viva como para comprometer la vida en este sentido, para que no sea ya profana sino trascendente, incluso dentro de su existencia y actividad seculares. El despertar del alumno interior coincide con el del maestro interior, así como una insistente llamada a buscar un maestro de afuera. Y es así como nace la constelación de los elementos que llevan al encuentro con el maestro.
 
Alumno y maestro son uno: son las dos caras de la vida que tiende a manifestarse, tanto en la conciencia del alumno como en el encuentro entre dos personas. Todos nosotros somos, de hecho, los discípulos “quizás dormidos” del maestro eterno; estamos destinados, potencialmente, a seguir a aquel que nos llama al camino de unión con el Ser.
 
El hombre sólo puede cumplir su destino si escucha la voz de su maestro interior. Es pues, por naturaleza, un alumno virtual, el alumno interior frente al maestro interior. Al igual que el maestro, el alumno está siempre “ahí”, está ya en él. El arquetipo del alumno estará ligado al del maestro, así como el arquetipo del sujeto dispuesto a seguirlo, incondicionalmente,  por la vía de unión con el Ser.
 
El despertar del alumno no está siempre provocado por un acontecimiento importante; el más insignificante incidente puede llevar a un cambio interior decisivo, ya que el sufrimiento por haber rechazado el Ser Esencial prepara desde tiempo atrás ese despertar.
 
Sufrimiento que tiene su expresión de diversas formas, que se escalan desde un malestar físico hasta la tendencia al suicidio, pasando por la neurosis y la depresión. Cuanto más fuerte sea el malestar que nace en el Ser Esencial, mayor es la posibilidad de que una causa mínima baste para provocar un cambio total. Ha vibrado una cuerda, la del Ser Esencial, y de repente lo desconocido se revela. Cualquier cosa adquiere un sentido iniciático -abre la puerta al misterio- y el “otro” penetra en lo profundo de la conciencia. El hombre ha sido tocado por lo desconocido. Los primeros momentos lo sumen en la confusión. Feliz y turbado al mismo tiempo, goza, quizá sólo durante una fracción de segundo, de una extraordinaria libertad. Y es así como puede ser cautivado por otro al que siente que pertenece. Puede entrever una nueva dimensión y una plenitud y profundidad desconocidas y, en ellas, la promesa de una vida hasta entonces inaccesible. Cuando todo esto se siente como un compromiso y no como una simple impresión agradable, que puede quedarse en nada, es entonces cuando se produce el despertar del alumno. Pero una iluminación no quiere decir que sea ya un iluminado.
 
Para que esa irrupción del Ser en la conciencia ordinaria, que se siente en la primera experiencia iniciática, tenga el carácter de un despertar, hay que comprender la obligación que lleva consigo. Y esta obligación representa un esfuerzo, cuya naturaleza y dirección difieren totalmente de todos los trabajos y sacrificios que hasta entonces le habían sido exigidos al sujeto.
 
Si se compara todo lo que la experiencia iniciática hace vislumbrar como futuro con la existencia llevada anteriormente, ésta parece haber sido vivida por un sordo, o por un ciego. Parece haber sido vulgar, desprovista de sentido, solitaria. De pronto, algo nuevo se hace posible. Realizarlo exige, naturalmente, una metamorfosis interior y no, como antes, una realización tangible en el mundo. Para quien ha despertado a la vía, esto supone una dicha y un compromiso diferentes. Se lo impone una nueva ley, no del exterior, sino del interior. O más bien, él mismo es esta ley. Y lo es en su Ser Esencial que es parte del Ser. Seguir esa ley depende de él y no de circunstancias externas.
 
Ese es el momento del despertar al estado de alumno. El hombre oye la voz que lo llama a salir de su antigua realidad para entrar en la nueva y está dispuesto a responder a ella: el camino que lo invita a seguir se lo presenta con toda evidencia y siente que lo está destinado. Sin conocerlo tiene que seguirlo, como, si aquellas palabras de la antigua sabiduría hindú estuvieran dirigidas a él: “Sin conocer el camino, yo sigo el camino con la manos abiertas, con las manos abiertas”.
 
Y, ¿quién puede llamarse discípulo? Solo aquel que está sumido en una profunda nostalgia, a quien la aflicción lo lleva al límite de su resistencia sintiéndose amenazado por la destrucción si no logra encontrar una salida.
 
Solo el hombre atormentado por una inquietud del corazón que no cederá con nada en tanto que no encuentre lo que la calme.
 
Sólo aquel que, una vez que ha emprendido el camino, sabe que no puede volverse atrás, estando dispuesto a dejarse dirigir y a obedecer.
 
Sólo aquel que con gran confianza es capaz de dejarse llevar allí donde ya no comprende nada, estando dispuesto a pasar por todas las pruebas.
 
El hombre duro consigo mismo, que acepta soltar presa para someterse al Ser que quiere emerger en él.
 
Sólo aquel en quien lo absoluto ha tomado posesión, puede soportar todas las dificultades que encuentra en el rudo camino que lo lleva al maestro.
 
En la entrada a la sala de ejercicios está escrito en letras grandes: “Todo o nada”. El discípulo lo deja todo tras él; pero en adelante siempre tendrá la seguridad de que lo que encontrará no será ya lo arbitrario, sino la sabiduría intuitiva del maestro. En concordancia directa  con su Ser, el maestro empleará todos los medios para llevar al alumno al camino. La muerte que lo impone tiene como fin la vida más allá de la vida y la muerte; no la destrucción, sino el Ser que con la muerte irradia. Este es el sentido del camino que el maestro enseña a su alumno.
 
Al mismo tiempo que nace el alumno, nace también el maestro. Sin podérselo imaginar con precisión, el alumno que acaba de despertar, presiente lo que significa “el maestro”, ya que, en su nueva conciencia, también el maestro se ha despertado en él. Esa conciencia de camino inherente a su propio Ser Esencial, exige un cambio que lo haga transparente a la manifestación del Ser. Esta conciencia fundamental difiere de la conciencia primitiva, en que ésta se expresa por el simple miedo a ser castigado, dejándose oír cuando amenaza el castigo. La conciencia absoluta no concierne tampoco a los deberes que hay que cumplir con respecto al mundo, a una persona, a un cometido, o a una comunidad, ni cuando se falta a esa ley en que “la existencia de la comunidad es el deber de sus miembros”. La instancia que habla por voz del maestro interior[F1]  no exige sino la fidelidad absoluta al propio centro, cuyas decisiones pueden ser también contrarias a los compromisos profanos, obedeciendo así a la conciencia absoluta; aquel que realmente se hace alumno puede llegar a modos de comportamiento que el mundo califica como infidelidad, crueldad o traición.
 
La omnipresencia de lo absoluto se manifiesta en la conciencia superior del que ha despertado. La voz del maestro interior no tiene vuelta de hoja y sólo puede llamarse alumno aquel que está dispuesto a obedecerla. Esta obediencia implica una incondicional disciplina.
 
Hay dos formas de disciplina, una es heterónoma y otra autónoma. En la primera, el hombre se somete a una autoridad externa, que siente como un poder ajeno y como que daña a su propia libertad. La disciplina autónoma es expresión de fidelidad a una decisión tomada a favor del propio Ser Esencial, fuente de la verdadera libertad.
 
La disciplina autónoma cambia la libertad del yo (hacer o evitar lo que se quiere) por la libertad de hacer, por medio del yo, lo que quiere el Ser Esencial. La instancia que en este caso manda es el propio hombre en su Ser Esencial, el maestro interior. El hecho de fijarse en el maestro exterior no hace sino avivar la energía del maestro interior. Si éste falta, la acción de un maestro de afuera no tiene ya fuerza transformadora. De hecho, ya no hay maestro. Es ésta también la razón por la cual un verdadero maestro se retira para dejar al alumno solo consigo mismo. El maestro suscita y pone a prueba al maestro interior, luego se oculta para no estorbarlo.
 
Maestro y alumno viven en el mismo espacio. Ambos respiran el mismo aire vital, impregnado de calidad numinosa. Este soplo que llega de otro mundo anima, renueva, exige y protege; aporta calma y sustento, y es a la vez inquietante y familiar.
 
Maestro y alumno se sitúan bajo la misma luz, aquella que hace que todo sea transparente al Ser Esencial. Los dos viven a una temperatura común que los vincula el uno al otro, y a ambos con todo el universo en un contacto cálido e ininterrumpido de Ser Esencial a Ser Esencial.
 
Maestro y alumno se encuentran en la misma fuerza de vida, cuya corriente los penetra, los mueve, los vivifica, los hace progresar. Están al servicio del mismo Señor, al servicio del Ser Divino, que quiere manifestarse.
 
Quien despierta al estado de alumno está atrapado entre dos fuegos: por una parte el maestro -el de afuera y el de adentro- que lo único que quiere hacer de él es que sea un testigo del Ser Divino, y por otra su personalidad profana que, egoísta o altruista, pero práctica, es atraída por el mundo sin gravitar todavía, en verdad, en torno, a su centro. Esta tensión es distinta de la que existe -inconsciente- entre el yo y el Ser Esencial. El discípulo es consciente del conflicto existente entre su compromiso con el Ser y las exigencias del mundo. Ya no es el sufrimiento inconciente nacido del rechazo, por el apego al mundo, del Ser Esencial y de su promesa. Progresar en el Camino exige del alumno que se someta por entero, durante un cierto tiempo, que se renueva constantemente, al Ser Esencial. Sufre entonces la cólera del mundo reprochándole su inconstancia. Pero aquel que ha sentido, sólo por una vez, el Ser Esencial que lo ha desprendido de todo lo que es el mundo, lo encontrará luego en todas partes, también en este mundo, pudiéndole servir en todo trabajo profano.
 
Aquel que se ha convertido en alumno accederá a una nueva calidad de humanidad, la del hombre que ha entrado en el camino del camino. Esta calidad no se alcanza de una vez por todas. El proceso de un despertar al estado de alumno pasa por numerosos grados. Comienza por el hecho que suscita la llamada interior, la respuesta a esta llamada, y luego el primer acto de obediencia. Y es así como el hombre llega al camino del camino. Hay, pues, que distinguir el grado que hace posible el despertar del alumno, del grado de un despertar real.
 
A la pregunta de ¿Cuál es la diferencia entre el alumno y el maestro?, un maestro oriental respondía: “Cuando alguien puede verdaderamente decirse ·alumno· es que ya está allí donde está el maestro: en el camino. La única diferencia es que en el maestro eso se nota un poco más que en el alumno”. Lo cual significa que en su lucha constante contra el yo profano, el verdadero alumno no corre ya el peligro de ser infiel al maestro, es decir, al interminable proceso de transformación que conduce a la gran transparencia. Quien sólo ha despertado a la posibilidad de devenir alumno, es todavía un novicio inseguro. Ha sido tocado por el Ser, está preparado para seguir el camino, quizás hasta se ha prometido emprender los primeros ejercicios; pero sin embargo, no está totalmente decidido a comprometerse. Está en el camino del camino, pero no ha franqueado todavía el umbral del no retorno, de la transformación. Si tomamos como ejemplo la oración perpetua: no es él quien recita la oración eterna, es la oración eterna la que lo habla. Es absolutamente necesario, porque es hombre, que esté constantemente con el temor de la tentación de detenerse en el camino. Pero, en el fondo, ya no existe tal peligro. Estar en el camino significa entonces que el camino lo posee.
 
Incluso el alumno en potencia forma parte ya, como novicio, del orden secreto. Cuando el Ser  lo ha llamado a la trascendencia y él ya se ha orientado hacia el camino, ha superado con éxito el examen de acceso. Para él ya ha quedado desgarrada la cándida unidad, tal como se presenta al hombre natural. La antigua visión de la vida había construido un edificio con los sentidos, con la razón, con nuestra conciencia de los valores de lo verdadero, lo bello y el bien, con nuestra moral de eficacia y buen comportamiento más un poco de religión. Y no solamente se revela este edificio como demasiado pequeño (con lo que bastaría añadirle un piso), sino que ni sus cimientos, ni el conjunto de su concepción, nos interesan ya. Como si ahora tuviéramos alas, la antigua jaula protectora nos parece, de pronto, lo que es: una prisión. Permanecer en ella, por miedo o pereza, sería traicionar a nuestro Ser Esencial.
 
El hombre tocado por el Ser vive bajo el signo de una exigencia nueva, con la alegría y la claridad de una luz distinta. El sabe que a él se ha incorporado otra realidad o, más bien, él se ha abierto a otra realidad; o, aún para ser más exacto, él mismo se ha abierto plenamente a una persona absolutamente diferente a lo que él creía ser. Pero para devenir lo que él es en su Ser Esencial, también en y para el mundo, necesita un maestro.
 

 
 
 

 [F1]
Anonymous

Jose Estrada

10 Apr 2014 - 01:35 pm

Muy interesante, creo en lo que escribes mas me asaltan unas dudas que tiene mas poder la mente o la voluntad.
SALUD, FUERZA, UNION,
ES CUANTO QUERIDO MAESTRO

Anonymous

Joaquin Gorreta

28 May 2011 - 12:58 am

POR QUE NO EVOLUCIONA LA RAZA HUMANA

POR TRES PECADOS TERRENALES

-Una piedra llamada diamante.
-Un metal llamado oro.
-Un papel llamado dinero.

Las palabras Diamante, Oro, y Dinero = Falsedad, Envidia, Codicia, Egoísmo, Fantasía, Hipocresía, Creencias, Poder y Guerras.

Aquí esta mi conocimiento para vuestra inteligencia

-Nacemos con el cerebro en blanco
-Funciona con las primeras sensaciones de la mano

La inteligencia del ser en su mano está

Mano= inteligencia divina, automática, autónoma,
Intuitiva y creativa.

-Con un cuerpo cuidado a la perfección,
Automáticamente e intuitivamente, etc.

-Cada movimiento de mano es pura
Matemática e inteligencia.

-Con tu pensamiento puedes coger lo que quieras, cuanto quieras, y el tiempo que quieras, pero acuérdate de cerrarla.
Eso es inteligencia.

Cuando no piensas funciona sola.

-Nacemos con manos inteligentes y un cuerpo perfecto, nosotros lo hacemos deteriorar por falta de conocimientos hacia nosotros mismos.

-Humanos adora tus manos, son todos tus sentidos, tu pasado, tu presente y tu destino

Ten presente que:

El humilde es sabio, y en inteligencia es superior al que no es humilde.
Crea la dulzura en ti, y alcanzaras maravillas en el universo.

COMO DESARROLLAR LA MÁXIMA INTELIGENCIA EN EL MÍNIMO TIEMPO

MOTO SCOOTER CONDUCCION INTELIGENTE

Necesario:

-Las tres primeras paradas hacer lo máximo para frenar lo mínimo y suave posible.

-Ya estas en tu moto, tu eres el profesor y tu eres el alumno.

-En la sensibilidad de tu mano esta tú inteligencia.

-Conseguirás tus máximos conocimientos en el mínimo tiempo.

Hace 40 años la mano del hombre invento el vehiculo de su futuro, la primera scooter.

Hoy la tenéis en vuestra mano, y lo mejor vuestra inteligencia.

La Perfección existe, no lo dudéis.

Que la Paz, el Amor y la Caridad, Reine un vuestro destino.


ENFERMEDADES MENTALES

LOS MEDICAMENTOS SUS EFECTOS Y CONSECUENCIAS

Cada pastilla tomada es una orden al cerebro.

PENSAMIENTO INCOHERENTE

Me tomo esta pastilla para no tener mi enfermedad mental.

Consecuencias:

Si dejas el medicamento automáticamente te viene tu enfermedad mental.

Es la orden que tiene tu cerebro.

PENSAMIENTO INTELIGENTE

Me tomo esta pastilla porque me ayuda a relajarme y trabaja mejor mi inteligencia.

Máxima relajación igual a Máxima inteligencia.

Cuando se le rebaja o elimina el medicamento ese cerebro no vuelve a tener esa. Enfermedad mental.

El cerebro funciona con las sensaciones de la mano.

Y la mano con tu pensamiento.

Atentamente
Joaquín 53 años

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